apunte
Una escalera que, al principio, es algunas ramas juntas, deviene en un poco de barro seco, luego cada vez más sólida y resistente, ya al final mármol, cristal translúcido, reluciente, más cerca de las manos limpias de Dios. Progreso: estallido del Big Bang (antes silencio, noche donde nada tiritaba), dados lanzados desde entonces, dados que siguen rodando, dados rocas y asteroides y polvo conmocionado e inquieto que se fue organizando aquí y allá, creando fuerzas, elipses, estrellas que arden, esferas que se juntan alrededor de la estrella ardiente para observar cómo se consume; una esfera, en particular, donde empieza a darse el oxígeno, luego plantas, luego animales, luego dinosaurios, luego Eva, luego Adán, luego pirámides, ríos atravesados por embarcaciones, ríos atravesados por sangre, feudos, mares recorridos sin ser abiertos, mapas que se ensanchan, aceite que se calienta, máquinas manejadas por hombres, mujeres y niños anoréxicos, máquinas manejadas por máquinas, “máquinas capaces de fabricar herramientas con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores que, a su vez, diseñan máquinas que hacen herramientas para que las use la mano”, ciudades, ciudades, ciudades, ciudades, ciudades, CIUDADES, calles, calles, calles, calles, calles, CALLES, bombas atómicas, naves espaciales, pies caminando sobre otra esfera, una blanca y agrietada. Progreso: mal ------> bien. Progreso: peor ------> mejor. Todo tiempo pasado nunca será mejor que todo tiempo futuro.
Dice Hegel: “Vemos así que, en el campo de los conocimientos, lo que en épocas anteriores absorbía el espíritu de los adultos, desciende ahora a simples conocimientos, ejercicios e incluso juegos de niños.” Acertada es esta frase. Mi abuela le enseña a mi papá a utilizar una calculadora; mi papá le enseña a mi abuela a utilizar el computador; yo le enseño a mi papá y a mi mamá a utilizar un celular; mi hermana me enseña a mí a manejar cierta aplicación. ¿Progresa o no la especie humana? Sí, adquiere unas capacidades, deshecha otras, su cuerpo se inmuniza, vive más, comprende más, está más y mejor preparado para sobrevivir en su entorno. Absorbemos información con la misma efectividad, el mismo éxito, con el que antes, en algún momento dado, éramos capaces de percibir el olor de un oso, escuchar sus pisadas o su respiración pesada a varios kilómetros de distancia. ¿Es esa línea recta, dibujada más arriba, el progreso? No, es más bien un hilo enredado, no quiero evocar la imagen de una espiral, pero sí la de una ola, un derrumbe, un cohete, un horizonte, el cable de oxígeno de un enfermo.
El tema no está en negar la idea de progreso, batirse a capa y espada contra el discurso que la defiende. En el progreso hay retroceso; en el retroceso hay progreso. Simple y llano movimiento, de eso se trata todo. Al movernos aprendemos: lo observamos todo por primera vez, luego llegamos a conocer hasta el penúltimo detalle (nunca el último). Movimiento: imposible negarlo, esquivar ya es moverse. Movimiento: existe, existirá, incluso cuando se acabe el sol existirá.
Movimiento sí, pero no como hasta ahora. No ya lobos hambrientos, guepardos a los que no se les estalla el corazón, guepardos que sostienen la velocidad durante tres mil años, caballos desbocados, cientos y miles de caballos desbocados que corren desenfrenados, avanzando. Depredadores, depredadores. En vez de aquello: caracoles, ciegos que ningún brazo sostiene, noche, casa desconocida donde ninguna voz nos guía. Nada se puede hacer contra el movimiento que no sea ser conscientes de él, de cuánta fuerza empleamos, hacia dónde, hacia quién, hasta cuándo. Movimiento que revisa y se detiene sobre su propio movimiento, no para normalizarse, hacerse dócil como pensaría Foucault, gobernable, vigilado por instituciones y gobiernos, sino para saberse acompañado, capaz de herir, capaz de sanar, capaz de devorar y acabarlo todo, capaz de crearlo todo. Más que consumo responsable, movimiento responsable.
David Santiago Mena Luengas
Estudiante de Filosofía
Dice Hegel: “Vemos así que, en el campo de los conocimientos, lo que en épocas anteriores absorbía el espíritu de los adultos, desciende ahora a simples conocimientos, ejercicios e incluso juegos de niños.” Acertada es esta frase. Mi abuela le enseña a mi papá a utilizar una calculadora; mi papá le enseña a mi abuela a utilizar el computador; yo le enseño a mi papá y a mi mamá a utilizar un celular; mi hermana me enseña a mí a manejar cierta aplicación. ¿Progresa o no la especie humana? Sí, adquiere unas capacidades, deshecha otras, su cuerpo se inmuniza, vive más, comprende más, está más y mejor preparado para sobrevivir en su entorno. Absorbemos información con la misma efectividad, el mismo éxito, con el que antes, en algún momento dado, éramos capaces de percibir el olor de un oso, escuchar sus pisadas o su respiración pesada a varios kilómetros de distancia. ¿Es esa línea recta, dibujada más arriba, el progreso? No, es más bien un hilo enredado, no quiero evocar la imagen de una espiral, pero sí la de una ola, un derrumbe, un cohete, un horizonte, el cable de oxígeno de un enfermo.
El tema no está en negar la idea de progreso, batirse a capa y espada contra el discurso que la defiende. En el progreso hay retroceso; en el retroceso hay progreso. Simple y llano movimiento, de eso se trata todo. Al movernos aprendemos: lo observamos todo por primera vez, luego llegamos a conocer hasta el penúltimo detalle (nunca el último). Movimiento: imposible negarlo, esquivar ya es moverse. Movimiento: existe, existirá, incluso cuando se acabe el sol existirá.
Movimiento sí, pero no como hasta ahora. No ya lobos hambrientos, guepardos a los que no se les estalla el corazón, guepardos que sostienen la velocidad durante tres mil años, caballos desbocados, cientos y miles de caballos desbocados que corren desenfrenados, avanzando. Depredadores, depredadores. En vez de aquello: caracoles, ciegos que ningún brazo sostiene, noche, casa desconocida donde ninguna voz nos guía. Nada se puede hacer contra el movimiento que no sea ser conscientes de él, de cuánta fuerza empleamos, hacia dónde, hacia quién, hasta cuándo. Movimiento que revisa y se detiene sobre su propio movimiento, no para normalizarse, hacerse dócil como pensaría Foucault, gobernable, vigilado por instituciones y gobiernos, sino para saberse acompañado, capaz de herir, capaz de sanar, capaz de devorar y acabarlo todo, capaz de crearlo todo. Más que consumo responsable, movimiento responsable.
David Santiago Mena Luengas
Estudiante de Filosofía