brecha de sueños
He tratado de aprender constantemente sobre mi propio machismo y desmontarlo de mi entorno, de mis palabras y en general de mi vida. Debo decir que es una misión casi imposible, pero mantengo la esperanza de lograrlo.
Hace poco descubrí que mis ambiciones académicas están enfocadas en dos ámbitos: el derecho penal y la literatura. En ambos sueño y en ambos me gustaría lograr grandes cosas (tal vez suene un poco iluso pero así es). Como mujer, proyectarse en algo grande es un privilegio reciente y que pocas tenemos y por eso me parece importante hablar sobre este tema. La virtualidad, con todas las dificultades que nos ha impuesto, también ha traído un afán de compartir y crear contenido, conocimiento, opiniones y demás. Esto me parece valiosísimo pues, de cierta manera, ha querido romper las paredes y el techo del aula de clase y de los auditorios para dirigirse a un público más plural. En este contexto, hace poco se realizó un evento académico sobre derecho penal y coronavirus que, como podrán imaginar, captó mi atención tan solo con el título. La sorpresa sería que por una decisión política decidí no verlo porque resulta que entre los panelistas no figuraba ni una sola mujer.
El feminismo ha explicado de muchas maneras que las figuras aspiracionales, algo así como los modelos, son clave para el desarrollo de las ambiciones de las personas. Cuando una persona ve su reflejo de lo que quiere ser en otra persona que ya lo logró, le resulta más fácil encontrar la confianza y el valor para asumir los riesgos que conlleva la lucha hasta ese lugar. Da fuerza para resistir los momentos de falta de motivación e inspiración y ayuda a creer que sí es posible llegar hasta allá.
Sin embargo para las mujeres ha sido históricamente difícil alcanzar altos cargos y lugares de poder e incluso, cuando lo han logrado, se han visto expuestas a una variedad de insultos y prejuicios que las persiguen para tildarlas de urañas, celosas, envidiosas, entre otras (Cuddy, 2004). De igual forma, muchos estudios académicos demuestran que, aún con las mismas capacidades, las mujeres encuentran más trabas para llegar a esos lugares que aspiran ya que las persiguen los juicios sobre su competitividad, disponibilidad e incluso sus responsabilidades domésticas (Macan, 2007). Todos estos límites constituyen el famoso techo de cristal que parece impedir que las mujeres sigan escalando en sus aspiraciones. Y ese techo de cristal no solo está afectando a las mujeres que hoy en día pueden trabjar, sino a todas las que a penas podemos soñar. El techo de cristal de esa generación se vuelve también un límite en nuestras ambiciones. Por supuesto que no creo que sea imposible llegar a donde aspiramos, simplemente que tener que imaginarse que además de todas las preparaciones académicas, laborales, emocionales, etc. también tenemos que justificar diariamiente nuestra posición y desmontar prejuicios día a día, genera un cansancio inexplicable y es, cuanto menos, frustrante.
Sé que hay mujeres que están completamente capacitadas para hablar sobre todos estos temas e incluso aportar una perspectiva diferente dándole cabida al debate y al crecimiento intelectual. Resulta entonces preocupante entender por qué no están allí. Y, a modo de confesión, resulta muy doloroso saber que tal vez yo tampoco llegue a estar ahí. Todo esto expande la brecha de confianza y le suma capas al temido techo de cristal. Es muy importante valorar el conocimiento de las mujeres mucho más allá de las cuotas de género y de cumplir parámetros políticamente correctos. Hasta que no seamos vistas con las mismas capacidades de los hombres, con el mismo valor intelectual no será posible que soñemos igual.
Cuando podamos soñar igual, hablaremos de igualdad.
Mientras tanto, al menos yo, rechazaré esos espacios donde no puedo reflejarme, donde mis ambiciones se caen como las de miles de mujeres más. Por el contrario, me acercaré con más amor y admiración a esos lugares donde veo que las mujeres se han podido realizar, donde su voz es tan valiosa como las demás porque, tristemente, esa no es la normalidad.
Sofía Jiménez
Estudiante de Derecho y Literatura
Referencias:
Cuddy, A. (2004). When Professionals Become Mothers, Warmth Doesn’t Cut the Ice. Jourrnal of Sociology Issues. Num 60, 701-709.
Macan, T. y Cunningham, J. (2007). Effects of Applicant Pregnancy on Hiring Decisions and Interview Ratings
Hace poco descubrí que mis ambiciones académicas están enfocadas en dos ámbitos: el derecho penal y la literatura. En ambos sueño y en ambos me gustaría lograr grandes cosas (tal vez suene un poco iluso pero así es). Como mujer, proyectarse en algo grande es un privilegio reciente y que pocas tenemos y por eso me parece importante hablar sobre este tema. La virtualidad, con todas las dificultades que nos ha impuesto, también ha traído un afán de compartir y crear contenido, conocimiento, opiniones y demás. Esto me parece valiosísimo pues, de cierta manera, ha querido romper las paredes y el techo del aula de clase y de los auditorios para dirigirse a un público más plural. En este contexto, hace poco se realizó un evento académico sobre derecho penal y coronavirus que, como podrán imaginar, captó mi atención tan solo con el título. La sorpresa sería que por una decisión política decidí no verlo porque resulta que entre los panelistas no figuraba ni una sola mujer.
El feminismo ha explicado de muchas maneras que las figuras aspiracionales, algo así como los modelos, son clave para el desarrollo de las ambiciones de las personas. Cuando una persona ve su reflejo de lo que quiere ser en otra persona que ya lo logró, le resulta más fácil encontrar la confianza y el valor para asumir los riesgos que conlleva la lucha hasta ese lugar. Da fuerza para resistir los momentos de falta de motivación e inspiración y ayuda a creer que sí es posible llegar hasta allá.
Sin embargo para las mujeres ha sido históricamente difícil alcanzar altos cargos y lugares de poder e incluso, cuando lo han logrado, se han visto expuestas a una variedad de insultos y prejuicios que las persiguen para tildarlas de urañas, celosas, envidiosas, entre otras (Cuddy, 2004). De igual forma, muchos estudios académicos demuestran que, aún con las mismas capacidades, las mujeres encuentran más trabas para llegar a esos lugares que aspiran ya que las persiguen los juicios sobre su competitividad, disponibilidad e incluso sus responsabilidades domésticas (Macan, 2007). Todos estos límites constituyen el famoso techo de cristal que parece impedir que las mujeres sigan escalando en sus aspiraciones. Y ese techo de cristal no solo está afectando a las mujeres que hoy en día pueden trabjar, sino a todas las que a penas podemos soñar. El techo de cristal de esa generación se vuelve también un límite en nuestras ambiciones. Por supuesto que no creo que sea imposible llegar a donde aspiramos, simplemente que tener que imaginarse que además de todas las preparaciones académicas, laborales, emocionales, etc. también tenemos que justificar diariamiente nuestra posición y desmontar prejuicios día a día, genera un cansancio inexplicable y es, cuanto menos, frustrante.
Sé que hay mujeres que están completamente capacitadas para hablar sobre todos estos temas e incluso aportar una perspectiva diferente dándole cabida al debate y al crecimiento intelectual. Resulta entonces preocupante entender por qué no están allí. Y, a modo de confesión, resulta muy doloroso saber que tal vez yo tampoco llegue a estar ahí. Todo esto expande la brecha de confianza y le suma capas al temido techo de cristal. Es muy importante valorar el conocimiento de las mujeres mucho más allá de las cuotas de género y de cumplir parámetros políticamente correctos. Hasta que no seamos vistas con las mismas capacidades de los hombres, con el mismo valor intelectual no será posible que soñemos igual.
Cuando podamos soñar igual, hablaremos de igualdad.
Mientras tanto, al menos yo, rechazaré esos espacios donde no puedo reflejarme, donde mis ambiciones se caen como las de miles de mujeres más. Por el contrario, me acercaré con más amor y admiración a esos lugares donde veo que las mujeres se han podido realizar, donde su voz es tan valiosa como las demás porque, tristemente, esa no es la normalidad.
Sofía Jiménez
Estudiante de Derecho y Literatura
Referencias:
Cuddy, A. (2004). When Professionals Become Mothers, Warmth Doesn’t Cut the Ice. Jourrnal of Sociology Issues. Num 60, 701-709.
Macan, T. y Cunningham, J. (2007). Effects of Applicant Pregnancy on Hiring Decisions and Interview Ratings