el peso del encierro
La pandemia del Covid-19 ha obligado al mundo a repensar las formas de vida. La incertidumbre, la gran cantidad de muertes y contagios, la presión económica y el aislamiento social, son cuestiones que le roban la tranquilidad a muchos y que afectan de forma negativa su bienestar emocional. Según la OMS, muchas son las alteraciones que resultan como consecuencia de no manejar adecuadamente los problemas de salud mental; entre ellos: disturbios comportamentales como déficit de atención o hiperactividad; trastornos alimentarios como bulimia, anorexia u obesidad; mayor probabilidad de caer en conductas de riesgo como alcohol, drogas, robo o violencia; y, en el peor de los casos, síntomas de psicosis que pueden terminar en alucinaciones, delirios, autolesiones o suicidio.
No es un secreto que la salud mental se está viendo gravemente afectada por la contingencia. Según un estudio nacional de Profamilia, 3 de cada 4 encuestados dio muestras de alguna alteración en su salud mental durante la cuarentena obligatoria, manifestando que se han sentido nerviosos, cansados e impacientes. Y no se podía esperar menos, controlar las emociones no es tarea fácil. Alejarse de los seres queridos, distanciarse de los demás, desistir de saludar como se ha venido haciendo, es pedirle al mundo que deje de ser humano. Es por ello que se hace necesaria la promoción de políticas que ayuden a mitigar los daños emocionales de la gran mayoría de la población.
Este dilema resulta ser un problema multicausal que varía según condiciones específicas como género, orientación sexual, estrato social, edad o región. Muestra de lo anterior son las altas tasas de feminicidios registradas durante el aislamiento obligatorio, las problemáticas intrafamiliares de las minorías sexuales o el déficit económico de los estratos más vulnerables. Aun así, surge la necesidad de priorizar y resolver los intereses de los grupos más débiles y con mayor exposición a trascender problemas psicológicos: los niños, niñas y jóvenes. Para ellos resulta fundamental la interacción social y el contacto con su entorno, es por ello que el gobierno debe comenzar a contemplar medidas que permitan la interacción entre pares; ya se ha visto que este “encierro prolongado” impuesto por el gobierno central comienza a generar desapego de parte de la población y muchas medidas empiezan a ser ignoradas.
Hacer una reapertura al contacto social y al entretenimiento presenta una dicotomía debatible, pues confronta la salud física con la salud emocional, debido a que, reanudar el contacto supone un mayor crecimiento de las tasas de contagio de Covid-19 y si bien la población joven no se ve gravemente afectada, estos pueden tornarse portadores asintomáticos que lleven el virus a sus hogares. De ser posible establecer una "reapertura social inteligente”, esta suscitaría un gran desafío para el gobierno nacional, ya que es necesario que la población adopte compromisos de bioseguridad para la interacción social física. Pero, lamentablemente, la cultura latinoamericana de la fiesta, la "inmunidad", la incredulidad a los estudios académicos y la poca legitimidad de los gobiernos nacionales y locales, juega un papel trascendental que da cuenta de la poca responsabilidad que se tiene ante la pandemia y la dificultad de crear conciencia social en el tema.
Para abarcar correctamente esta problemática, es oportuna una intervención integral. Primero, es inminente un acompañamiento a la población infantil. El Estado debe crear instructivos lúdicos, por medio de caricaturas llamativas, que sean transmitidos por televisión nacional y expliquen a los niños qué sucede y cómo deben actuar; esto es importante ya que los más pequeños sufren de un exceso de información imposible de digerir, que puede crear ideas erróneas sobre la coyuntura. De igual forma, es óptimo generar programas que vinculen entretenimiento con aprendizaje y, transmitirlo a través de canales regionales para que los sectores menos favorecidos puedan ser parte de estas iniciativas y que los más pequeños logren distraerse por un momento.
Para los jóvenes y adolescentes se hace necesario actuar según la realidad actual, ya que esta población está comenzando a interactuar y a generar encuentros físicos, a pesar de las prohibiciones del gobierno. Para ellos es fundamental comenzar a producir lineamientos que posibiliten el regreso de actividades sociales de manera segura y responsable. El alcalde de Cali es uno de los pocos que se ha pronunciado al respecto y está tramitando una propuesta que permita, por ejemplo, el uso de lugares gastronómicos para compartir y dialogar entre pares y, a su vez, apoyar la economía local. Adicional a lo anterior, es necesario articular una atención psicológica gratuita y más amplia, promovida desde el gobierno nacional, que sea un intermediario para las crisis emocionales, pues si bien, los gobiernos y organizaciones han dispuesto líneas de ayuda, no han sido debidamente publicitadas, no generan confianza con la comunidad y muchas no tienen un enfoque diferencial para la población juvenil.
Juan Andrés Moncaleano Arboleda
Estudiante de Gobierno y asuntos públicos
No es un secreto que la salud mental se está viendo gravemente afectada por la contingencia. Según un estudio nacional de Profamilia, 3 de cada 4 encuestados dio muestras de alguna alteración en su salud mental durante la cuarentena obligatoria, manifestando que se han sentido nerviosos, cansados e impacientes. Y no se podía esperar menos, controlar las emociones no es tarea fácil. Alejarse de los seres queridos, distanciarse de los demás, desistir de saludar como se ha venido haciendo, es pedirle al mundo que deje de ser humano. Es por ello que se hace necesaria la promoción de políticas que ayuden a mitigar los daños emocionales de la gran mayoría de la población.
Este dilema resulta ser un problema multicausal que varía según condiciones específicas como género, orientación sexual, estrato social, edad o región. Muestra de lo anterior son las altas tasas de feminicidios registradas durante el aislamiento obligatorio, las problemáticas intrafamiliares de las minorías sexuales o el déficit económico de los estratos más vulnerables. Aun así, surge la necesidad de priorizar y resolver los intereses de los grupos más débiles y con mayor exposición a trascender problemas psicológicos: los niños, niñas y jóvenes. Para ellos resulta fundamental la interacción social y el contacto con su entorno, es por ello que el gobierno debe comenzar a contemplar medidas que permitan la interacción entre pares; ya se ha visto que este “encierro prolongado” impuesto por el gobierno central comienza a generar desapego de parte de la población y muchas medidas empiezan a ser ignoradas.
Hacer una reapertura al contacto social y al entretenimiento presenta una dicotomía debatible, pues confronta la salud física con la salud emocional, debido a que, reanudar el contacto supone un mayor crecimiento de las tasas de contagio de Covid-19 y si bien la población joven no se ve gravemente afectada, estos pueden tornarse portadores asintomáticos que lleven el virus a sus hogares. De ser posible establecer una "reapertura social inteligente”, esta suscitaría un gran desafío para el gobierno nacional, ya que es necesario que la población adopte compromisos de bioseguridad para la interacción social física. Pero, lamentablemente, la cultura latinoamericana de la fiesta, la "inmunidad", la incredulidad a los estudios académicos y la poca legitimidad de los gobiernos nacionales y locales, juega un papel trascendental que da cuenta de la poca responsabilidad que se tiene ante la pandemia y la dificultad de crear conciencia social en el tema.
Para abarcar correctamente esta problemática, es oportuna una intervención integral. Primero, es inminente un acompañamiento a la población infantil. El Estado debe crear instructivos lúdicos, por medio de caricaturas llamativas, que sean transmitidos por televisión nacional y expliquen a los niños qué sucede y cómo deben actuar; esto es importante ya que los más pequeños sufren de un exceso de información imposible de digerir, que puede crear ideas erróneas sobre la coyuntura. De igual forma, es óptimo generar programas que vinculen entretenimiento con aprendizaje y, transmitirlo a través de canales regionales para que los sectores menos favorecidos puedan ser parte de estas iniciativas y que los más pequeños logren distraerse por un momento.
Para los jóvenes y adolescentes se hace necesario actuar según la realidad actual, ya que esta población está comenzando a interactuar y a generar encuentros físicos, a pesar de las prohibiciones del gobierno. Para ellos es fundamental comenzar a producir lineamientos que posibiliten el regreso de actividades sociales de manera segura y responsable. El alcalde de Cali es uno de los pocos que se ha pronunciado al respecto y está tramitando una propuesta que permita, por ejemplo, el uso de lugares gastronómicos para compartir y dialogar entre pares y, a su vez, apoyar la economía local. Adicional a lo anterior, es necesario articular una atención psicológica gratuita y más amplia, promovida desde el gobierno nacional, que sea un intermediario para las crisis emocionales, pues si bien, los gobiernos y organizaciones han dispuesto líneas de ayuda, no han sido debidamente publicitadas, no generan confianza con la comunidad y muchas no tienen un enfoque diferencial para la población juvenil.
Juan Andrés Moncaleano Arboleda
Estudiante de Gobierno y asuntos públicos