proyecciones
La ausencia de proyección y de interés hacia el otro se ha convertido en una problemática social que afecta no solo a la concepción que se ha logrado construir de lo que se conoce como democracia, sino también a la noción de cultura y de diversidad. Gracias a las redes sociales y los diferentes medios de comunicación, hemos logrado desarrollar un etnocentrismo moderno y adaptado al siglo XXI. Nos construimos en nuestra propia burbuja y nos reducimos a “expertos” de toda la información y temas que nos conciernen individualmente, pero dejamos en el olvido esta amplia idea de desemejanza a partir de la cual se pensaban las bases de un sistema democrático.
Hoy en día, los entendimientos de lo que es un país, pueblo y democracia se han visto enfrentados a la vehemencia de discursos, opiniones, y pertrechos que obstruyen la suficiencia de las personas para cumplir sus motivaciones. Nos empezamos a creer el centro, ya no del universo, pero de la sociedad, al tener los mismos ideales que cierto grupo de personas, al olvidar la opinión e intereses de los demás. La minoría deja de tener cabida en un mundo regido por aquellos que parecen tener voz, un mundo cultivado por una mediatización venenosa de ópticas unipersonales. La percepción de pueblo ha, como diría Kant, dejado de ver al otro como un fin y lo ha moldeado solamente como un medio. Los demás son un enemigo ideológico y político porque piensan diferente; nosotros poseemos la verdad absoluta. Se deja de tener en cuenta las motivaciones del otro para construir su propia perspectiva, y se le ataca como un ignorante y desconocedor.
Para poder avanzar conjuntamente como sociedad es necesario motivar, evaluar, considerar y proyectar los efectos que tienen nuestras acciones, tanto colectivas como individuales, sobre los demás. No se puede dejar al otro atrás. Es primordial dejar de actuar por uno sin pensar en el otro, y esto también incluye medidas públicas. En toda situación de reformas laborales, fiscales, monetarias y demás se analizan, como es debido, los efectos que se tiene sobre la clase media y los cambios en el bolsillo de la población. Pero, ¿qué pasa con la población afro? ¿Cómo afecta la reforma fiscal a las mujeres con respecto a los hombres? ¿De qué manera es incluida la población indígena dentro del marco de pensiones y salud? ¿Se ve afectada la comunidad LGTBI si se aprueba el trabajo por horas? Todas estas preguntas deben realizarse para no perder de vista que somos un país multicultural, que un cambio puede afectarnos a todos y no necesariamente por igual. Un ejemplo estudiado por diferentes académicos, como Clara Plazas-Gómez (2018), ha sido el efecto diferenciado por género de las últimas Reformas Tributarias. Efectivamente, en Colombia existen importantes diferencias entre hombres y mujeres en el ámbito de salarios o de tasas de participación laboral, los cuales en la Reforma Tributaria del 2016 se tradujeron en una brecha de más del 7% en la reducción del poder adquisitivo de las mujeres respecto a los hombres, según Plazas-Gómez. Esto puede tener efectos más significativos si se piensa en mujeres indígenas o afrodescendientes quienes enfrentan mayores brechas salariales y tasas de desempleo respecto a la mayoría de la población colombiana. No se puede olvidar que la base de la democracia es la diversidad, y sin diversidad y cultura se derrumban los cimientos de nuestra sociedad.
Algo notorio que ha dejado la coyuntura asociada al Covid-19, es que hemos empezado un ejercicio de proyección. Las difíciles circunstancias han permitido que se tenga en cuenta al otro, que se reconozca el papel que juegan los sectores más vulnerables de la sociedad y que empiece un trabajo colectivo con el fin de apoyarlos. Ayudas como 150.000 mercados que, según la alcaldesa Claudia López, la Alcaldía de Bogotá entregará a la población más vulnerable de la capital, de los cuales 28.000 son para la población migrante, son ayudas encaminadas en este ejercicio de proyección. No obstante, es necesario que este tipo de prácticas, donde se tiene en cuenta al otro, se amplíen y continúen aún finalizada esta complicada circunstancia en la que nos encontramos juntos, como sociedad.
Nicolás Fajardo Baquero
Estudiante de Economía
Hoy en día, los entendimientos de lo que es un país, pueblo y democracia se han visto enfrentados a la vehemencia de discursos, opiniones, y pertrechos que obstruyen la suficiencia de las personas para cumplir sus motivaciones. Nos empezamos a creer el centro, ya no del universo, pero de la sociedad, al tener los mismos ideales que cierto grupo de personas, al olvidar la opinión e intereses de los demás. La minoría deja de tener cabida en un mundo regido por aquellos que parecen tener voz, un mundo cultivado por una mediatización venenosa de ópticas unipersonales. La percepción de pueblo ha, como diría Kant, dejado de ver al otro como un fin y lo ha moldeado solamente como un medio. Los demás son un enemigo ideológico y político porque piensan diferente; nosotros poseemos la verdad absoluta. Se deja de tener en cuenta las motivaciones del otro para construir su propia perspectiva, y se le ataca como un ignorante y desconocedor.
Para poder avanzar conjuntamente como sociedad es necesario motivar, evaluar, considerar y proyectar los efectos que tienen nuestras acciones, tanto colectivas como individuales, sobre los demás. No se puede dejar al otro atrás. Es primordial dejar de actuar por uno sin pensar en el otro, y esto también incluye medidas públicas. En toda situación de reformas laborales, fiscales, monetarias y demás se analizan, como es debido, los efectos que se tiene sobre la clase media y los cambios en el bolsillo de la población. Pero, ¿qué pasa con la población afro? ¿Cómo afecta la reforma fiscal a las mujeres con respecto a los hombres? ¿De qué manera es incluida la población indígena dentro del marco de pensiones y salud? ¿Se ve afectada la comunidad LGTBI si se aprueba el trabajo por horas? Todas estas preguntas deben realizarse para no perder de vista que somos un país multicultural, que un cambio puede afectarnos a todos y no necesariamente por igual. Un ejemplo estudiado por diferentes académicos, como Clara Plazas-Gómez (2018), ha sido el efecto diferenciado por género de las últimas Reformas Tributarias. Efectivamente, en Colombia existen importantes diferencias entre hombres y mujeres en el ámbito de salarios o de tasas de participación laboral, los cuales en la Reforma Tributaria del 2016 se tradujeron en una brecha de más del 7% en la reducción del poder adquisitivo de las mujeres respecto a los hombres, según Plazas-Gómez. Esto puede tener efectos más significativos si se piensa en mujeres indígenas o afrodescendientes quienes enfrentan mayores brechas salariales y tasas de desempleo respecto a la mayoría de la población colombiana. No se puede olvidar que la base de la democracia es la diversidad, y sin diversidad y cultura se derrumban los cimientos de nuestra sociedad.
Algo notorio que ha dejado la coyuntura asociada al Covid-19, es que hemos empezado un ejercicio de proyección. Las difíciles circunstancias han permitido que se tenga en cuenta al otro, que se reconozca el papel que juegan los sectores más vulnerables de la sociedad y que empiece un trabajo colectivo con el fin de apoyarlos. Ayudas como 150.000 mercados que, según la alcaldesa Claudia López, la Alcaldía de Bogotá entregará a la población más vulnerable de la capital, de los cuales 28.000 son para la población migrante, son ayudas encaminadas en este ejercicio de proyección. No obstante, es necesario que este tipo de prácticas, donde se tiene en cuenta al otro, se amplíen y continúen aún finalizada esta complicada circunstancia en la que nos encontramos juntos, como sociedad.
Nicolás Fajardo Baquero
Estudiante de Economía